ANECDOTARIO Las acuarelas que aquí se muestran corresponden a una época comprendida entre 1964 y 1998, años en los que el puerto de pescadores de Barcelona todavía era escenario de la vida artística de la ciudad. Allí coincidieron la mayoría de pintores activos de aquel momento, creando y desarrollando sus obras, en un ambiente muy agradable de trabajo y tertulia que se acompañaba de generosos desayunos. Los días festivos eran los más frecuentados. Las barcas, casi todas en el puerto porque no habían salido a faenar, proporcionaban una gran riqueza y variedad temáticas y daban alas a la interpretación del artista. Era normal ver hasta cuarenta pintores en una mañana campando por todo el recinto, pintando, montando los lienzos en sus caballetes, buscando el mejor enfoque o hablando con sus colegas. También acudían pequeños grupos, miembros de las numerosas academias que había en la ciudad y en las que un profesional, con explicaciones diversas, ponía al día a los diletantes sobre las mejores teorías del momento o, al menos, eso creían unos y otros. La entrada al recinto era libre y todavía los domingos de los años 60-70, El Apostolado del Mar organizaba en la platjeta, entre las barcas, la celebración de una misa, seguida con gran respeto por los numerosos feligreses que entonces acudían. No había, como hoy, barreras, ni cadenas ni guardias que impidieran el paso a nadie, lo que favorecía, además, la presencia de galeristas, marchantes, críticos, fotógrafos y algún que otro trapisonda, todos ellos, sin embargo, personajes muy necesarios para la difusión artística que, entre comentarios, una veces con tino y otras sin él, observaban el desarrollo de las obras. Quien conozca el lugar sabrá que desafortunadamente, como consecuencia de unos pequeños incendios, el recinto fue cerrado al público a finales de siglo y quedó prohibida la entrada a toda persona ajena a la pesca. Así fue como repentina y tristemente se perdió uno de los mejores ambientes de la ciudad y un lugar de cita para los pintores y amantes del arte. Y no sólo esto: hoy este recinto, ya muy deteriorado y muy degradado por falta de cuidado e inversión, está llamado a desparecer. La actividad que en él se desarrollaba será trasladada a otra parte del puerto con instalaciones más modernas y actuales y con él habrá dejado de existir un antiguo ámbito, uno más, en el que se desenvolvía aquella cultura pictórica, ya languidéciente, que tanto conmovió y que todavía a algunos nos sigue conmoviendo.
xavier marsà